jueves, 9 de noviembre de 2017

la entrega más preciada - el sol

Lo que intuimos habitualmente cuando disfrutamos del calor del Sol y vemos a nuestro alrededor, sobre todo en primavera, manifestarse la fuerza de la vida es la íntima dependencia del Sol que tenemos como humanidad. Es la misma intuición que tenían los antiguos egipcios que habían instituido a Ra como el dios dador de vida y responsable de la muerte e inicio, a continuación, de un proceso de glorificación en el que creían y que representaban con el Sol del mediodía en su máximo esplendor sobre su cabeza de halcón. Lo que se intuye es esta capacidad que tiene el Sol de entregarnos su valor más preciado: su energía. Se calcula que el Sol se formó hace unos 4.600 millones de años y que seguirá siendo tal como lo conocemos otros 5.000 millones de años, declinando luego y “agotando su vida” en unos 2.500 millones de años más. Podemos afirmar que la energía solar es, por lo tanto, de disponibilidad infinita en relación al lapso de vida esperable de una persona que, en promedio mundial, es de 71,4 años según el cálculo dado en 2015 por la Organización Mundial de la Salud. Casi es imposible comparar las duraciones entre la vida del Sol y la de la vida humana. Para tener una apreciación más de la enorme distancia entre las dimensiones de la estrella de nuestro sistema solar y las de nuestra corta vida, cada segundo de estos por lo menos 5.000 millones de años de su “funcionamiento” el Sol producirá, por un proceso que le es propio, la transformación de 5 millones de toneladas de hidrógeno en energía. Si en un segundo produce esa energía tratemos de imaginar lo que producirá cada día. Nuevamente… la dimensión de las cosas que atañen al Sol es para nosotros inconmensurable, tal como la suma de la energía que produce y que entrega. Sin embargo, no toda la energía que sale del Sol en dirección a la Tierra llega a la superficie de nuestro planeta: se estima que es sólo la mitad. Esta energía solar llega en forma de luz y de radiaciones que nuestro ojo no percibe: la infrarroja y la ultravioleta. De esta última, aunque llega poca gracias a la capa de ozono, conviene protegernos para evitar daños a la salud. A través de la fotosíntesis de las plantas gracias a sus hojas, la energía solar es aprovechada por la biosfera, es decir, por la esfera de vida que recubre la corteza del planeta: el conjunto de los organismos que, interrelacionados entre sí, constituyen la trama del hábitat más o menos complejo según las distintas características del territorio. La humanidad es parte de ese conjunto de organismos. Repitiendo su ciclo de vida, las plantas surgen de sus semillas cuando las condiciones de humedad y temperatura lo posibilitan y se desarrollan según un programa preestablecido para cumplir con el objetivo esencial de hacerse alimento de algunos animales. Luego, otros animales se alimentarán de los anteriores. Esta cadena de alimentación (la cadena trófica) es la que también nos permite a nosotros, los seres humanos, recibir los elementos necesarios para la subsistencia de nuestro cuerpo. El origen de toda esta posibilidad de vida es la energía que llegó, llega y llegará a la Tierra entregada por el Sol y, por lo que sabemos gracias a las investigaciones científicas, esta energía es generada consumiéndose el Sol a sí mismo. Propongo que admiremos semejante generosidad.
Arq. Arnaldo Postiglioni


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los editores se reservan el derecho a no publicar un comentario que no respete buenas costumbres o sea violento y/o insultante.